
Renovar la lucha contra el crimen organizado desde abajo: ciudadanía, juventud y democracia ante una amenaza creciente
El crimen organizado ya no es un fenómeno oculto en los márgenes del sistema. En Europa, sus redes operan con una sofisticación alarmante, infiltrando economías, corrompiendo instituciones, y socavando la vida cotidiana de millones de personas.
La situación es crítica: el crimen organizado no solo mata o trafica; compra silenciosamente influencias, desestabiliza gobiernos locales, expulsa comunidades de sus territorios y captura oportunidades económicas legítimas. Su poder se extiende ya al ciberespacio, donde se multiplican los ataques informáticos, las estafas digitales y la explotación sexual infantil en línea.
Frente a esta amenaza, la Unión Europea ha definido recientemente sus prioridades estratégicas para el periodo 2026-2029 dentro del marco EMPACT (Plataforma Multidisciplinar Europea contra las Amenazas Criminales), centradas en desarticular redes, combatir los delitos en línea, luchar contra el narcotráfico y enfrentar el crimen económico, entre otros. Esta agenda es un paso necesario, pero no suficiente.
Necesitamos una estrategia renovada que comience desde abajo. La respuesta no puede limitarse a la represión policial o las macro-operaciones internacionales. Es urgente construir una resistencia ciudadana al crimen organizado, capaz de proteger la democracia en lo cotidiano: en los barrios, en las aulas, en las redes sociales, en los medios locales y en las instituciones municipales.
Para ello, la ciudadanía debe dejar de ser vista como mera víctima o espectadora. Las comunidades son actores clave en la prevención del crimen, en la reconstrucción de la confianza pública y en la creación de alternativas sociales, culturales y económicas que desactiven el atractivo de las redes criminales, especialmente entre los y las jóvenes.
Las nuevas generaciones deben estar en el centro de esta estrategia. No solo como destinatarias de campañas de sensibilización, sino como agentes de cambio. Es hora de formar jóvenes que comprendan las dinámicas del crimen organizado, que defiendan el Estado de derecho, que cuestionen la normalización de la corrupción y la violencia, y que lideren iniciativas de justicia social, economía ética y participación democrática.
Existen ejemplos inspiradores: redes de municipios que promueven economías libres de mafia, escuelas que enseñan memoria y resistencia al crimen, jóvenes que utilizan el arte o el activismo digital para desmantelar los discursos de poder criminal. Pero estas iniciativas necesitan apoyo institucional, recursos sostenidos y visibilidad.
Combatir el crimen organizado es también defender los valores fundamentales de la Unión Europea: la dignidad humana, la justicia, la libertad y la democracia. Es garantizar condiciones de vida seguras y justas para todos, tal como recoge el Objetivo de Desarrollo Sostenible 16: promover sociedades pacíficas e inclusivas, garantizar el acceso a la justicia y construir instituciones eficaces, responsables e inclusivas.
Si no se renueva la lucha desde abajo, ninguna estrategia podrá sostenerse. El crimen organizado se alimenta del silencio, la desesperanza y la desigualdad. Frente a ello, necesitamos una Europa movilizada desde sus barrios, sus escuelas, sus jóvenes y su ciudadanía activa. La batalla contra las mafias no se gana solo en las fronteras o los tribunales: se gana también en las plazas, en las aulas y en la cultura democrática compartida.