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Acabar con la desigualdad de género, una necesidad cada vez más urgente

La desigualdad se manifiesta de muchas maneras: desde el acoso callejero hasta prácticas como la mutilación genital femenina (MGF), matrimonios infantiles o feminicidios, pasando por la falta de derechos reproductivos y sexuales o la discriminación en salud. Estos últimos años, movimientos como el #MeToo o el #ChallengeAccepted en Turquía, el asesinato de Oluwatoyin Salau en 2020 tras tomar parte en las protestas de Black Lives Matter o el reciente asesinato de Sarah Everard en el Reino Unido son solo algunas de las muchas señales mediáticas que destapan la violencia sistémica a las que casi todas – si no todas – las mujeres están sometidas.

El objetivo 5 de la Agenda para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas es el de conseguir la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y niñas. A pesar de los esfuerzos, la pandemia del COVID-19 ha provocado un freno, incluso un retroceso, en el avance de los derechos de las mujeres. En primer lugar, el trabajo doméstico no remunerado recae mayoritariamente sobre las mujeres. En términos cuantitativos, de media dedican tres veces más tiempo a las tareas domésticas que los hombres, una cifra que se ha incrementado con las restricciones impuestas por la pandemia.

El riesgo de que niñas y mujeres sean sometidas a violencia física, psicológica y sexual se ha incrementado con el confinamiento, traduciéndose en un aumento de hasta el 30% de los casos de violencia doméstica. En Kenia, una línea telefónica de asistencia para víctimas de violencia de género ha presenciado un preocupante aumento de llamadas, no solo denuncias de violencia doméstica sino también de niñas en peligro de ser sometidas a MGF (Mutilación Genital Femenina). En Turquía, mujeres y aliados salieron a la calle para protestar contra la falta de protección de las mujeres, un movimiento que se consolidó tras el asesinato de Pinar Gültekine en julio de 2020, mes en el que se cometieron 36 feminicidios confirmados. Recientemente, países de Latinoamérica como México o Argentina, se han sumado a las protestas para erradicar la violencia contra las mujeres.

La desigualdad de género no solo se basa en la violencia directa: otro de los graves problemas que apremia es el del matrimonio infantil, un problema que puede afectar a más niñas debido a las medidas contra el COVID-19 como el cierre de escuelas así como la situación de pobreza sobrevenida a causa de la pandemia.

Para poder afrontar el problema de forma integral, es necesario tener en cuenta que la discriminación es interseccional; variables como el origen étnico, la orientación sexual, la identidad de género, o el estatus socioeconómico influyen también en los tipos y niveles de discriminación. Por ejemplo, las mujeres indígenas y las mujeres transgénero negras son algunos de los colectivos más vulnerables.

Desde las Naciones Unidas, se proponen diversos sub-objetivos que cumplir para poder eliminar la desigualdad de género. La solución pasa por empoderar a las mujeres con recursos económicos, asegurar los derechos sexuales y reproductivos, reconocer y valorar el trabajo doméstico realizado por mujeres, garantizar el acceso a tecnologías y eliminar todas las prácticas que puedan vulnerar la integridad de mujeres y niñas.

Para ello, es necesaria la colaboración entre gobiernos y la cooperación internacional y, sobre todo, garantizar la representación femenina en gobiernos locales, parlamentos, posiciones de poder, en la esfera pública y en los procesos de toma de decisiones.

Ha llegado el momento de escuchar las voces que durante tanto tiempo han sido silenciadas.

María Barrachina Ortega, colaboradora de FIBGAR