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Agenda 2030 y los 17 ODS: El camino hacia el desarrollo sostenible.

En septiembre de 2015, los 193 miembros de las Naciones Unidas aprobaron la conocida Agenda 2030, un ambicioso proyecto de la comunidad internacional con el objetivo de luchar contra la pobreza, el cuidado del planeta y la disminución de las desigualdades en los siguientes quince años. A través de este plan, se configuraron los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), respaldados por 169 metas detalladas y sus correspondientes indicadores.

Sin embargo, este no fue el primer intento internacional de construir un mundo más igualitario e inclusivo. Ya en el 2000 se firmó la Declaración del Milenio, con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), que, en un plazo de quince años, suponía un compromiso para lograr ocho objetivos concretos y cuantificables (entre ellos, erradicar la pobreza extrema y el hambre, mejorar la salud materna, o combatir el VIH/SIDA, la malaria y otras enfermedades). Aunque se trató de un paso histórico en la lucha global para el desarrollo, su éxito fue desigual.

Fue precisamente esta falta de uniformidad en la aplicación de los ODM lo que inspiró la Agenda 2030, con la intención de revitalizar los esfuerzos internacionales y de fomentar una aplicación efectiva e igualitaria tanto en los países desarrollados como, especialmente, en los países en vías de desarrollo.

De esta manera, universalidad, integración y transformación son las tres claves de la Agenda 2030. En efecto, los 17 ODS están interconectados, son universales e intentan ser efectivos y producir cambios tangibles a la par que necesarios. Para ello, las metas se han diseñado en torno a cinco ejes centrales: personas, planeta, prosperidad, paz y alianzas.

Gobiernos e instituciones públicas, entidades sociales, el sector privado y la sociedad civil de todo el mundo son los actores encargados de potenciar y llevar a término estos 17 ODS. Y, tras cinco años de esfuerzos internacionales dispares, el último Informe sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (2020) señala progresos, pero también muchos ámbitos que mejorar.

Así, se celebran avances en salud materno-infantil, en el acceso a la electricidad, o el incremento de representación política de las mujeres. Sin embargo, se observan retrocesos en cuanto a desigualdades sociales, una creciente inseguridad alimentaria, el escaso acceso a Internet en países en vías de desarrollo, o el alarmante deterioro del medio ambiente, con un aumento en la frecuencia y la severidad de los desastres naturales.

Sin duda, la pandemia mundial ha supuesto nuevos impedimentos. De hecho, la actual crisis del coronavirus implicará un aumento de pobreza único en las últimas décadas. Además, los niños y niñas han sido particularmente afectados, con la interrupción de programas de inmunización infantiles en unos 70 países, el aumento de desigualdades en la educación, y el 90% de los estudiantes afectados por el cierre de sus centros escolares.  

Los confinamientos mundiales han aumentado el riesgo de violencia de género, incrementándose hasta el 30% este tipo de agresiones en algunos países. Asimismo, 3 billones de personas carecen de la posibilidad de realizar el lavado de manos en sus hogares, y se espera la peor crisis económica de los últimos tiempos, con retos sin precedentes en el sector del turismo.

Finalmente, la pandemia ha afectado especialmente a los grupos más vulnerables de la sociedad (personas mayores, personas con diversidad funcional, niños, mujeres, migrantes o refugiados), y supone un riesgo adicional para la paz y la seguridad internacional.

Por tanto, los retos que nos deja la crisis actual exigen una creciente cooperación internacional, con un enfoque social, medioambiental, económico y sanitario. Si el objetivo 2030 ya parecía complicado y desafiante, el último año ha supuesto un vuelco en las estadísticas y un choque para las mejoras.    

Esta situación, sin embargo, conlleva también nuevas oportunidades: el desarrollo de planes de recuperación con un enfoque más sostenible, o un ápice de esperanza en el ámbito medioambiental, con una caída del 6% en emisiones de gases de efecto invernadero en 2020 y una oportunidad de recuperación de los océanos.

En el marco de la Agenda 2030 y los 17 ODS, depende ahora de la comunidad internacional si este gran reto supondrá un retroceso aún mayor, o una brillante oportunidad para un desarrollo sostenible igualitario, eficiente e inclusivo.

Cristina Molina Campos, colaboradora de FIBGAR