Alienum phaedrum torquatos nec eu, vis detraxit periculis ex, nihil expetendis in mei. Mei an pericula euripidis, hinc partem.

Blog

FIBGAR / Derechos humanos  / Baltasar Garzón, premiado por la Asociación XIII Rosas Asturias

Baltasar Garzón, premiado por la Asociación XIII Rosas Asturias

El Presidente de FIBGAR, que no pudo asistir el pasado sábado a la entrega de premios, envió unas emotivas palabras que, en su lugar, leyó Jesús Iglesias, Miembro del Consejo Consultivo del Principado de Asturias, Exsenador y ex coordinador general de IU de Asturias:

“Lamento de corazón  no poder estar en Gijón en estos momentos tan significativos, en los que volvéis a homenajear a quienes recibimos el galardón de las anteriores ediciones de los Premios 13 Rosas asturianas, como fue mi caso en 2013 y por el que manifiesto una vez más mi gratitud.

Hacen ustedes una labor que es de agradecer,  manteniendo  viva la memoria de aquellas 13 jóvenes, “casi niñas” (como dice el poema de Julián Fernández del Pozo), en un momento como el presente, cuando se han cumplido 80 años de la retirada, 80 años del término de la Guerra Civil, cuando hemos conmemorado los dramáticos asesinatos de estas 13 mujeres, perpetrados sin justificación alguna, cuando ya la guerra había terminado.

Los días que estamos viviendo son además especialmente significativos empezando por la exhumación de Francisco Franco causante de esta y de tantas tragedias  a partir del golpe de Estado que perpetró en 1936.   Esa acción decidida por el Parlamento y que gestionó contra viento y marea la ministra de Justicia, Dolores Delgado y acordó el Consejo de Ministros, ha sido complicada y difícil y ha requerido una sentencia favorable del Tribunal Supremo. Se ha conseguido tras una larga retahíla de recursos y acciones ante los tribunales por parte, fundamentalmente, de la familia del dictador que se resistía a que su hijo o su abuelo abandonara el mausoleo del Valle de los Caídos,  fúnebre museo hoy por hoy de la muerte y de la represión. Esta historia refleja todos los obstáculos que durante tantos años se han encontrado las víctimas, sus familias y las entidades memorialistas para conseguir algo tan básico como rescatar los restos de los suyos y devolverles el nombre, la individualidad, la personalidad, los recuerdos, para recuperar a los seres humanos únicos e irrepetibles que los fascistas quisieron arrebatarles.

Robar la identidad es uno de los peores crímenes que se  pueden cometer. Es negar la existencia de alguien y pretender borrarlo para siempre de la memoria. A eso se dedicó el régimen franquista con auténtica dedicación. Por eso, la labor de esta Asociación no tiene precio, es un esfuerzo ingrato, demasiadas veces ninguneado, criticado y nunca suficientemente reconocido: son los guardianes del recuerdo y más aún, quienes son capaces de devolver su nombre a aquellos que estaban perdidos en el olvido.

Hace seis años, cuando recibí el premio con el que me honraron, eran tiempos difíciles para la verdad, la justicia y la reparación. Algo hemos avanzado desde entonces. Gracias siempre al empuje de las entidades que como las Trece Rosas Asturianas, han dado batalla a la impunidad. Esas iniciativas permitieron que pudiera comenzar en mi juzgado número 5 de la Audiencia Nacional la investigación por los crímenes del franquismo. Como les dije en el 2013, lo volvería a hacer, sin duda, aun sabiendo cómo acabarían para mí las cosas. Entre todos hicimos visibles a las víctimas y ese fue el primer paso de un camino largo en el que todavía queda mucho por recorrer.

Vivimos tiempos complicados. Los enemigos de la democracia se refuerzan con personajes como Donald Trump presidente de Estados Unidos, con la ultraderecha introducida en demasiados parlamentos europeos, con elementos como Jair Bolsonaro en Brasil… En nuestro país los partidos conservadores tradicionales han descubierto su auténtico semblante pactando con la ultraderecha gobiernos y políticas que se dirigen peligrosamente hacia un pasado tenebroso. Esa ultraderecha se arroga el franquismo como seña de identidad y reclama. Por tanto. Todas las prerrogativas que esa identificación les concede. Entre ellas, ejerce con autentico fervor el negacionismo: no hubo golpe de estado, no hubo represión, las víctimas eran delincuentes peligrosos, la memoria es una herramienta para el rencor y la venganza.

Es la propaganda del fascismo que hace tabla rasa de sus propios crímenes y se eleva por encima como única referencia de la verdad. No hay más que ver las graves acusaciones contra estas trece jóvenes del diputado de Vox, Javier Ortega Smith,  contra el que esta asociación ha presentado una  querella. Miente este individuo y lo sabe. Las Trece rosas fueron detenidas por ser demócratas en un tiempo en que tal concepción era un crimen. Las ejecutaron el 5 de agosto de 1939. La acusación que las llevó al paredón fue la de rebelión militar y  en el auto el juez  las acusaba de formar parte de JSU considerada “una de las organizaciones que pretende ejecutar en España las órdenes que le vienen del extranjero para procurar el fracaso de las instituciones político-jurídicas del Nuevo Orden Estatal, que el Ejército y la Falange han dado e impuesto a España. Para ello cuenta con los viejos cuadros de la época marxista, con la perversidad de sus antiguos afiliados, con la falta de patriotismo de los traidores”.

 Para el gran público lo que trascendió fue que a ellas junto a otras 43 personas  se las presentó en los medios informativos como inductoras del   asesinato en atentado del comandante de la guardia civil Isaac Gabaldón, su hija y el conductor del vehículo oficial. Del editorial del periódico ABC, titulado La Justicia de España, publicado el día después de las ejecuciones, entresaco algunos párrafos no por conocidos, menos impactantes.

“Decisiva e inflexible, la Justicia ha quedado cumplida en sus leyes más elementales con motivo del espantoso crimen que hace muy pocos días costó la vida por España, al comandante de la Guardia Civil D. Isaac Gabaldón,  a su hija, de diecisiete años, y al agente conductor D. José Luis Díez. A las pocas horas del atroz suceso, atroz además, por las circunstancias en que se produjo- habían sido detenidos, no solamente todos los ejecutores materiales, sino una compacta y considerable banda de inductores, reclutados en los fondos más siniestros del marxismo y de la criminalidad social, alentados desde algunos centros tenebrosos de la revolución comunista. Respecto de esta banda de inductores, quedó cumplida, en la mañana de ayer, la sentencia que dictó el Consejo de guerra correspondiente”.

 La justicia franquista, buscaba y  encontraba culpables. La verdad se omitía. Al no existir  pruebas, se establecía el concepto de “inductores” como anillo al dedo para aplicar la eficacia vengativa del régimen.
Justificando lo injustificable, la gravedad de la “inducción” sirvió  para argumentar las ejecuciones de inocentes:

“Terrible suerte señalan los principios más justicieros a los ejecutores materiales de un crimen, pero es más terrible si cabe, la que la nueva España reserva a los núcleos de inductores arteramente parapetados en una clandestinidad que durante muchos años les ha servido de preciosa barricada, pero que ahora no puede guarecer ni un brizna de bandidaje. Muchos o pocos, altos o chicos, todos aquellos que piensen en valerse del pistolerismo para reproducir en nuestra Patria desgarramientos sociales y reacciones de podrida venganza contra la Nación o contra sus representantes, caerán uno tras otro, sin que jamás se quiebre el espíritu de la Justicia bajo la acción de la cobardía, del cálculo o del privilegio”.

Sin olvidar las “garantías” del proceso, así expuestas:

“Nada se ha omitido; los reos han podido defenderse en la medida necesaria y aportar las pruebas que pudieran apartarles de la sanción. El espíritu justiciero más exigente ha podido comprobar en el proceso el cumplimiento de todas las formas que una auténtica sociedad de hombres honrados impone. Al final, la inducción al crimen, la directa inspiración del asesinato, la dirección moral, sentimental e intelectual de la barbarie ha sido considerada tan dignas de castigo, por lo menos, como la propia ejecución material del asesinato. Porque, en el orden político, el inductor aparece siempre con una personalidad más repugnante  y punible que sus instrumentos degenerados y, muchas veces, ciegos”.

Como verán la descripción de cómo se hacía justicia revela un auténtico teatro forzado a obtener la condena fueran cuales fueran los hechos. Establecido el crimen de inducción y a falta de pruebas, esa inducción se presenta como el más deleznable delito posible. No había argumentos, no interesaba la ausencia de culpa. Esa fue la base de las decisiones de los jueces de Franco.
Martina, Blanca, Pilar, Julia, Adelina, Elena, Virtudes, Ana, Joaquina, Dionisia, Victoria y Luisa  fueron sacrificadas a fin de  que el régimen se cobrara una nueva victoria. Eran víctimas de un sistema fascista para el que no existía la inocencia.  Hoy son personas que ustedes han recuperado de las sombras para  impedir  que ni el silencio, ni la mentira empañen su recuerdo.
Muchas gracias”