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Construyendo el futuro: Día Universal del niño

El 20 noviembre de 1959 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración de los Derechos del Niño, en la cual se cristalizaron los esfuerzos que por varias décadas se habían venido dando en el ámbito internacional, para que se reconociera la especificidad de los derechos de las niñas y niños.

Treinta anos después, el 20 noviembre de 1989, en su Resolución 44/25, 1959 la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó  la Convención sobre los Derechos del Niño, el tratado de derechos humanos más ampliamente ratificado de la historia, a través el cual se promueve una nueva visión de la infancia, basada en cuatro pilares de a no discriminación, la primacía del interés superior de menor, la garantía de la supervivencia y el pleno desarrollo, y la participación infantil. En este nuevo contexto de protección  se considera a las niñas y niños como sujetos de derechos, civiles, políticos, sociales, económicos y culturales, que por sus propias características de vulnerabilidad, deben recibir protección por parte del Estado, de todas las instituciones sociales y de la familia.

Por todo ello, el 20 de noviembre se ha convertido en el Día Universal del niño, cuyo objetivo es fomentar la fraternidad entre los niños y niñas del mundo, y promover su bienestar con actividades sociales y culturales.

Pese los grandes avances alcanzados en la protección, promoción y participación, hoy en día los niños y niñas del mundo siguen siendo el colectivo más vulnerable y por tanto el que más sufre las crisis y los problemas sociales, económicos y culturales.

UNICEF destaca que en todo el mundo casi uno de cada cinco niños –es decir, 385 millones– viven en la pobreza extrema, una condición que los priva de su derecho fundamental a la nutrición, el agua, la educación, la protección y la vivienda, entre otros, y reduce su capacidad de construir un futuro mejor para sí mismos y las generaciones venideras. Casi la mitad de las muertes de menores de 5 años que se registran en todo el mundo pueden atribuirse a la subnutrición, las demás dependen muchas veces de causas que se pueden prevenir, como por ejemplo el saneamiento deficiente, el contaminación del agua y la atmosférica. A estas situaciones deben añadirse las carencias de recursos escolares, las discriminaciones, los actos de violencia emocional, física o sexual.

Antes de que se produjera la pandemia, los conflictos, la pobreza, la malnutrición y el cambio climático, la explotación, las migraciones, los actos de violencia ya estaban impulsando un aumento sin precedentes del número de menores que necesitaban ayuda. Sin embargo, la pandemia ha ido agravando estas situaciones y creando nuevas condiciones de fragilidad y vulnerabilidad. Por eso, este año por primera vez en su historia UNICEF decidió centrarse en la salud mental y el bienestar de los menores, ampliamente afectados por la pandemia de COVID-19 en su último informe sobre el Estado Mundial de la Infancia 2021, En mi mente. Promover, proteger y cuidar la salud mental de la infancia.

Contrastar estas amenazas al bienestar de a las niñas y niños hace parte también del programa establecido por la comunidad internacional a través de la Agenda 2030. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) promueven los derechos de la infancia y suponen una oportunidad no solo para proteger a todos los niños y niñas bajo la consigna de no dejar a nadie atrás sino para garantizar su participación como actores y agentes de transformación.

Debemos recordarnos que los jóvenes tienen en sus manos el poder de promover una paz positiva, es decir la responsabilidad a futuro de poder instaurar en las sociedades una paz que no propenda solo la ausencia de la guerra sino que también abogue por generar escenarios de bienestar, fraternidad y respeto.

Ashley Morales Garzón, colaboradora de FIBGAR