“El futuro distópico ya está aquí”: la necesidad de actuar en favor del ambiente
Desde hace décadas, el desarrollo económico del que gozamos se está cobrando un precio demasiado alto para los seres vivos que habitan el planeta, incluidas las personas y todos sus derechos humanos. Es una tendencia creer, de forma falsamente objetiva, que el único desarrollo posible es el de los países occidentales del norte y que los grandes logros de la humanidad son los avances conseguidos gracias a todo un entramado de personas, empresas y gobiernos que han expoliado salvajemente nuestros recursos naturales.
Sin embargo, este desarrollo económico y productivo ha provocado destrucciones ambientales sin precedentes y augura un futuro cada día más devastador para las generaciones venideras y sus derechos humanos. Además, la crisis ambiental amenaza aún con más fuerza a las poblaciones más vulnerables y a los países con menos recursos económicos para abordar su posible recuperación y adaptación al cambio climático. Esto resulta paradójico cuando se conoce que muchos de estos territorios son los que menos contribuyen a la contaminación y degradación de la Tierra.
Actualmente, el modelo hegemónico de desarrollo económico va a tener que cambiar a la fuerza. Ni el planeta ni nuestra propia supervivencia son capaces de soportar el nivel de expolio que se ha alcanzado, en especial en los últimos años. Es preciso explorar nuevas vías de “desarrollo” acordes con la naturaleza y los derechos humanos, y comprender que existen muchas y muy diversas formas de “prosperar”. Aunque en los últimos años se han llevado a cabo cambios para tratar de revertir la situación, la tendencia sigue siendo la misma, y para alcanzar el desarrollo sostenible previsto por la Agenda 2030 son precisos cambios estructurales y sistemáticos de nuestro sistema de producción y consumo que, hasta el día de hoy, no han sucedido.
Aun así, cada día es mayor la impronta en el imaginario colectivo de que la convivencia armónica con la naturaleza es el único desarrollo posible que permitiría el pleno desarrollo y disfrute de nuestros derechos humanos. Este cambio de conciencia quedó cristalizado en 2021, cuando el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 48/13 en la que reconoció el derecho humano a un medio ambiente sin riesgos, limpio, saludable y sostenible. En ella, el Consejo instaba a los Estados miembros de la ONU a que adoptasen políticas que permitiesen e hicieran efectivo este derecho, ya que garantizarlo supondría el respeto a los derechos humanos más básicos, como el derecho a la vida o el derecho a la alimentación.
Igualmente, el pasado 11 de septiembre marcó un avance significativo para el cuidado del ambiente, ya que el alto comisionado de la ONU, Volker Türk, expresó su apoyo para incorporar el “ecocidio” como un crimen internacional que pueda ser juzgado por la Corte Penal Internacional. Afirmó que se debe combatir la impunidad de la que gozan actualmente personas y empresas a la hora de destruir el ambiente y la necesidad de garantizar la rendición de cuentas por sus destrozos ambientales.
El reconocimiento del crimen ecocidio, entendido como el delito de la destrucción de nuestro ambiente, supondría un avance significativo que plasmaría en la conciencia colectiva la idea de que existen consecuencias por el asolamiento de nuestro planeta. Además, el ecocidio revela la importancia del cuidado del ambiente, no solo porque es nuestro hogar, sino porque es un sujeto individual que no debe ser visto como un mero medio para nuestro crecimiento económico, sino como un igual y merecedor de respeto por sí mismo.
“Ya no necesitamos más avisos. El futuro distópico ya está aquí”, así afirmó Türk el pasado 11 de septiembre, dejando de manifiesto la necesidad imperante de poner freno a las actividades contaminantes y destructivas de nuestro ambiente.
Los pequeños estados insulares del pacífico, quienes ya experimentan este “futuro” distópico provocado por el cambio climático y que ven sus derechos humanos mermarse cada día más, han sentado un precedente histórico dentro de la justicia climática. También el pasado 11 de septiembre, Bahamas, Tuvalu, Vanuatu y Antigua y Barbuda, llevaron frente al Tribunal Internacional de Derechos del Mar en Hamburgo a países que emiten grandes cantidades de gases de efecto invernadero. Así, los pequeños estados insulares reclaman que se considere como contaminación las grandes emisiones de gases de efecto invernadero que son absorbidas por el medio marino.
Los responsables de esta contaminación masiva están provocando la destrucción del medio que produce la mitad del oxígeno del mundo y que es capaz de absorber el 25% de las emisiones de dióxido de carbono. Nuestra vida en la tierra depende directamente de la salud de nuestros océanos, por lo que aquellos que emiten estas grandes cantidades de gases de efecto invernadero ponen en peligro ecosistemas naturales imprescindibles para hacer efectivos todos nuestros derechos humanos.
A pesar de que existen avances en materia de protección del ambiente, es necesaria una ambición mayor y un compromiso real y efectivo por parte de los estados para hacer frente a la mayor amenaza del nuevo siglo. Así, desde FIBGAR estamos firmemente comprometidos con el cuidado del ambiente y fomentamos la participación ciudadana en este ámbito, poniendo el foco en los jóvenes, quienes seremos los que más experimentemos las acciones o las inacciones de nuestro presente. Para combatir el futuro distópico del que habla el alto comisionado, FIBGAR lleva años luchando por el reconocimiento del crimen de ecocidio como quinto crimen internacional y como salvaguarda de nuestro planeta y nuestros derechos humanos.
Carmen Coleto Martínez, responsable de proyectos del área de ambiente.