En camino hacia una sociedad libre de discriminación
En 1960, en Sudáfrica se vivía bajo la política de apartheid, la cual estaba basada en la segregación racial que entonces había en el lugar. Se trataba de un régimen racista blanco con leyes como la Ley de pases, que establecía que todas las personas de color tenían la obligación de llevar un documento que limitaba su acceso a las zonas que entonces estaban reservadas para las personas blancas.
Además, no siempre podían movilizarse fuera de su lugar de residencia, lo que generaba que muchas personas quedaran totalmente aisladas y separadas del resto de sus familiares.
Las políticas racistas de la época generaron que se llevaran a cabo numerosas manifestaciones pacíficas, con las que la sociedad civil pretendía obligar al gobierno a cambiar la ley. Fue entonces, cuando en la manifestación de Sharpeville la policía abrió fuego contra 69 manifestantes, terminando de manera trágica con sus vidas.
Esto generó que poco después se estableciese el 21 de marzo como el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial, y que la Asamblea General de las Naciones Unidas insistiese a la comunidad internacional sobre la importancia de aumentar y dirigir los esfuerzos en la lucha por la eliminación total de cualquier forma de discriminación.
Aunque desde ese momento hasta la actualidad la mentalidad de la sociedad ha evolucionado, lo cierto es que la discriminación racial y étnica ocurre a diario, impidiendo y limitando el progreso de millones de personas en todo el mundo.
Es evidente que el 2020 nos ha dejado muchas imágenes e historias que recordaremos de por vida, como la participación de millones de manifestantes de todo el mundo en las marchas de Black Lives Matter, mostrando su rechazo de manera masiva ante las injusticias raciales.
Si bien el año pasado estuvo especialmente marcado por el COVID-19, está no fue la única pandemia que vivimos, pues a la vez se propagaba el odio, la violencia y el miedo hacia ciertas nacionalidades. Desigualdades originadas del racismo que ponían en constante peligro a las minorías sociales.
Aunque hay una prohibición legal de discriminar, esta acción sigue siendo una realidad cotidiana para muchas personas, igual que el racismo y la xenofobia. Son realidades que nacen de comportamientos arraigados, pues muchas veces ni siquiera los perciben como discriminatorios, racistas o xenófobos.
Por lo tanto, es necesario impulsar las medidas adecuadas para combatir estas actitudes en todas sus variantes, para lo que es necesario empezar por reconocer y visibilizar el problema. Conocer verdaderamente la forma en que estos grupos son discriminados y medir la magnitud de esta problemática social es el primer paso para poder ponerle fin.
Claramente es necesario que se apliquen medidas legislativas más eficaces, así como poner en marcha nuevas estrategias educativas y de sensibilización en cuestión de derechos humanos. No obstante, también es necesario mostrar y generar interés por conocer el punto de vista de las personas directamente afectadas y crear conciencia pública sobre estas cuestiones tan vitales.
La cooperación entre Estados, así como con organizaciones e instituciones es la herramienta clave para promover una convivencia igualitaria y una eficaz lucha contra el racismo y la discriminación.
Por eso, para hacer frente a los problemas observados, los países europeos han concebido respuestas tanto en el plano nacional como en el europeo. Soluciones que deben ser duraderas, prácticas y viables para una lucha real contra el problema, y que están orientadas a que las cuestiones relacionadas con la lucha contra el racismo y la discriminación racial se aborden desde la perspectiva de la protección y promoción de los derechos humanos, es decir, se trate como la protección de un derecho fundamental de todos los seres humanos.
Es cierto que son muchos los signos alentadores que se pueden observar a nivel nacional y europeo y que demuestran que tanto los gobiernos como la sociedad civil están colaborando en la lucha contra el racismo y la discriminación. No obstante, la lucha está muy lejos de haberse ganado, por lo que es necesario que sigamos avanzando y potenciando la conciencia social con relación a estas cuestiones.
Isabela López De Castro, colaboradora de FIBGAR