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— La Educación es la única solución

Hoy, 24 de enero, se conmemora el Día Internacional de la Educación, un derecho recogido en el artículo 26 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, los artículos 28 y 29 de la Convención sobre los Derechos del Niño y el artículo 27 de la Constitución Española. Estos textos establecen que “toda persona tiene derecho a la educación”, y que es el Estado el que tiene la obligación de garantizar el acceso a la misma, una educación que debe ser igualitaria e inclusiva, evitando que se discrimine en función del poder adquisitivo de las familias, su origen nacional, étnico o creencia religiosa.

Aquellos que desde las organizaciones sociales trabajamos para conseguir este respeto a los derechos humanos, nos preguntamos de manera recurrente, qué está fallando en nuestra sociedad. Vemos cómo existe un claro retroceso en muchos derechos que creíamos conquistados, observamos una sociedad cada vez más deshumanizada, asistimos a una pérdida de conciencia crítica ante fenómenos como la desinformación, entre otros. Todo lo que sucede a nuestro alrededor es, cuando menos, inquietante y la ciudadanía reacciona de manera diferente en cada ocasión; a veces se moviliza, como ocurre con las grandes manifestaciones de jóvenes contra el cambio climático, o las mujeres que salen a las calles tras cada asesinato y agresión machista, pero, en otros momentos, la sociedad se muestra impasible, como si fuera inevitable cierto margen de pérdida de derechos, y resignada, como si nuestra sociedad de confort nos quitara las fuerzas. Es en esos momentos cuando una y otra vez nos preguntamos: ¿Dónde estamos fallando?, ¿Qué podemos hacer?

Nelson Mandela decía: “… la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo, es una de las herramientas de lucha más importantes que posee el ser humano”. La Educación es, por tanto, la gran solución a nuestras preguntas.

Estos días, en los que el debate público se ha centrado en la educación, debido a la propuesta de Vox de limitarla con el llamado “Pin Parental”, vemos cómo algunos confunden la supuesta libertad de elegir de unos progenitores o responsables de un menor, con el derecho de estas niñas, niños y adolescentes a recibir educación, que si atendemos a su definición técnica es la “formación destinada a desarrollar la capacidad intelectual, moral y afectiva de las personas de acuerdo con la cultura y las normas de convivencia de la sociedad a la que pertenecen.» (1) ; pero que si atendemos a lo que la Declaración Universal nos dice, debe ser además una vía para conseguir “el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales”.(2)

Por lo tanto, el debate no debe ser de restricción de contenidos, sino de su ampliación, para que el sistema de educación incluya la formación de estos valores universales que representan los Derechos Humanos

Si bien es importante una sociedad bien formada en conocimientos, no lo es menos la educación en valores. La formación académica nos sirve para realizarnos profesionalmente, acceder a un puesto de trabajo o ser competitivos. Sin embargo, la educación en valores ayuda al ser humano a desarrollarse, convivir en una sociedad plural y contribuir a la consecución de una cultura de paz y, en definitiva, al desarrollo social.

Debemos educar en la diversidad y crear espacios inclusivos, pues vivimos en una sociedad plural, en la que existen diversos tipos de personas e identidades y donde conviven y se expresan distintas sensibilidades culturales, étnicas, religiosas, sexuales y familiares. El respeto a los demás es indispensable para garantizar dicha convivencia.

Debemos educar en la igualdad entre hombres y mujeres, acabando con los roles de género que han perpetuado comportamientos sexistas durante mucho tiempo y que, hoy en día, siguen generando violencia.

Debemos procurar una educación afectivo sexual responsable, pues con mayor frecuencia nuestras niñas, niños y adolescentes descubren el sexo a través de páginas web de pornografía, las cuales no fomentan las relaciones sexuales desde el respeto, el afecto, el consenso y el placer mutuo, sino desde la dominación, el sometimiento y el poder de uno sobre el otro, en ocasiones normalizando prácticas degradantes, violentas o reñidas con la legalidad. Nuestros niños, niñas y adolescentes deben ser formados y preparados para distinguir la ficción que representa la pornografía de la realidad de las relaciones sexuales entre adultos. Seguir obviando nuestro papel como educadores en este campo es, cuando menos, una irresponsabilidad.

Debemos educar en el respeto a la orientación e identidad sexual diferente de la hegemónica, pues son las principales causas de acoso escolar en España, que en algunos casos han provocado el suicidio de quienes lo sufren, y trabajar la empatía y el respeto a los demás, pues es fundamental para la prevención de este tipo de conductas.

El ser humano nace sólo con una serie de instintos básicos como el de succión o el de sobresalto. Todo lo demás se aprende en los primeros años de vida, al comienzo por imitación y después por la adquisición de conocimientos. Es precisamente en este proceso de socialización en el que cobran mucha importancia los dos agentes educadores principales: la familia y la escuela; y es deber de estos dos agentes socializadores garantizar la educación del ser humano.

A esta realidad, debemos añadir que vivimos en una sociedad, que debido a diferentes circunstancias de tifo, familiar, laboral, etc., generalmente tiene que delegar la educación de los niños y niñas en las instituciones  durante largas jornadas y a diario, lo que hace más importante, si cabe, que esa educación se haga de acuerdo con lo que dictan los derechos de estos menores.

Los partidarios del Pin Parental se amparan en la actual Ley de Educación, que reconoce la libertad de enseñanza de los padres, pero, no nos olvidemos, dicha libertad debe ejercerse siempre dentro del marco de los principios constitucionales. El pin o veto parental respecto de los contenidos obligatorios de la enseñanza es una medida que va en contra del Pacto de Estado Contra la Violencia de Género, en contra de los derechos recogidos en la Constitución y en contra de los consagrados en tratados internacionales de derechos humanos, sobre todo, en contra del artículo 29 de la Convención sobre los Derechos del Niño. Esta última norma dispone que todo niño tiene derecho a la educación, la que debe estar orientada a desarrollar al máximo su capacidad física y mental, su personalidad, inculcar el respeto de los derechos humanos, el respeto de sus padres, de su propia identidad cultural, de su idioma y sus valores, de los valores nacionales del país en que vive, del país de que sea originario y de las civilizaciones distintas de la suya; preparar para una vida responsable en una sociedad libre, con espíritu de comprensión, paz, tolerancia, igualdad de sexos y amistad entre todos los pueblos, grupos étnicos, nacionales y religiosos y personas de origen indígena; así como el respeto del medio ambiente natural.

La educación de niñas, niños y adolescentes debe contemplar a todos los agentes educadores, de manera complementaria. Lo que comienza en la escuela, continúa en el seno familiar, y viceversa. En ningún caso la educación reglada puede ser restrictiva ni de contenidos ni de derechos. La educación es la mejor herramienta para dotar de oportunidades, como decía Mandela, pero además, como nos recordaba Malala Yousafzai, “un niño, un profesor, un libro y una pluma, pueden cambiar el mundo. La educación es la única solución”.

María Real Muñoz, educadora social y responsable de FIBGAR en Andalucía

(1) Según se define en el diccionario esencial de la lengua española de la editora Santillana. Edición 2006 página 433.

(2) Art. 26.2 Declaración Universal de Derechos Humanos