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La lucha contra la pobreza: un compromiso común

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas son la actual hoja de ruta para transitar el camino hacia una sociedad más igualitaria en la que nadie se quede atrás.

Si bien las metas propuestas en la Agenda 2030 pueden parecer ambiciosas, o incluso inabarcables, la realidad es que son objetivos alcanzables siempre y cuando conozcamos ciertos detalles de estos y se implementen políticas con visión de futuro en la sociedad.

El primero de los objetivos es uno de los mayores desafíos de los Estados en la actualidad, ya que propone acabar con la pobreza en todas sus formas y a nivel global. Sin duda un requisito indispensable para lograr el Desarrollo Sostenible perseguido por la Agenda 2030.

En 2015, año en que se fijaron estos objetivos, una de cada cien personas vivía con menos de 1,90 dólares diarios, lo que suponía que unos 783 millones de personas en el mundo vivían por debajo del umbral de pobreza internacional. Sobreviviendo a una situación preocupante.

No obstante, aunque en los últimos años se han logrado avances significativos en numerosos países, en lo que a la erradicación de la pobreza se refiere, la realidad es que sigue siendo una problemática con cifras aplastantes y dramáticas.

La mayoría de las personas que viven en situación de pobreza se encuentran concentradas en países subdesarrollados o en conflicto, entre los que destacan dos regiones: Asia meridional y África subsahariana. Estos lugares no solo acogen la tasa más alta de pobreza, sino que además, en muchos casos, se trata de pobreza extrema.

Vivir en esta situación supone no poder satisfacer las necesidades vitales básicas, como son el alimento, el agua potable, el techo, la sanidad o la educación.

En vista de esto, la Asamblea General, en su septuagésimo segundo período de sesiones, decidió proclamar el «Tercer Decenio de las Naciones Unidas para la Erradicación de la Pobreza”, reconociendo las acciones que son necesarias para acabar con la pobreza y apoyando así las metas establecidas en la Agenda.

Para ello es necesario mejorar la cooperación internacional; proporcionar medios suficientes y previsibles a los países en desarrollo, en particular a aquellos que se encuentren menos adelantados; crear normativas sólidas a nivel nacional, regional e internacional y reducir la exposición y vulnerabilidad de las personas afectadas por la pobreza a los fenómenos extremos relacionados con el clima y el medioambiente, así como a los desastres económicos y sociales.

En definitiva, toda la sociedad deberá colaborar para lograr este objetivo que, aunque puede resultar un poco ambicioso, está al alcance de los Estados, pues es innegable que en las últimas décadas se ha reducido la pobreza a nivel global.

Sin embargo, la pobreza se está recrudeciendo con la crisis sanitaria actual provocada por la pandemia. El COVID-19 esta poniendo en riesgo el progreso logrado en las últimas décadas de lucha contra esta problemática.   

Las estimaciones apuntan que la pandemia mundial podría incrementar la pobreza de manera generalizada, sin limitaciones geográficas, afectando a más de 500 millones de personas, lo que supondría que un 8% de la población total mundial se podría encontrar en situación de pobreza en el próximo año. Según el Banco Mundial, esta sería la primera vez que la pobreza aumentaría a nivel mundial desde 1990.

Por suerte, después de años de cooperación, compromiso y lucha contra la pobreza, hemos aprendido qué estrategias de reducción de las desigualdades funcionan y qué estrategias no resultan del todo efectivas, y somos más conscientes de que no se trata de un objetivo ambicioso, sino necesario y alcanzable. Colaborar y comprometernos como sociedad a acabar con situaciones tan duras e injustas como estas es lo que nos define como seres humanos.

 Isabela López De Castro. Colaboradora de FIBGAR