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Relato I. En nuestro propio nombre: Madres desaparecidas, mujeres olvidadas

PLATAFORMA FORO INTERNACIONAL DE VÍCTIMAS POR DESAPARICIONES FORZADAS INFANTILES “TE ESTAMOS BUSCANDO”.

¡NO NOS CALLARÁN!

Apenas un mes más tarde, el Estado comenzó a legislar sobre la situación infantil en los presidios, y con el tiempo Saturrarán y las cárceles del país quedaron prácticamente sin críos de tan corta edad. Fueron excarcelados por un procedimiento nuevo que los funcionarios anotaron ocasionalmente en los expedientes de las madres con una frase de dos palabras: «Destacamento hospicio».
Bajo este epígrafe quedaron englobadas, entre 1940 y 1944, las operaciones de traslados infantiles bajo la responsabilidad del Ministerio de Justicia, ocupado por EB. E. (hasta 1943) y por E. A. P., historiador y jurista, antiguo militante de la Liga Regionalista y ministro de Trabajo con Primo de Rivera (entre 1943y 1945).

Ni uno sólo de aquellos niños y niñas había sido inscrito en el libro de registro de entradas en la cárcel. No existían, con lo que ninguna reclamación podría ser jamás tramitada. Ni siquiera prosperaron las peticiones de reclamaciones que algunas de aquellas muchachas solicitaron sesenta años después. Oficialmente jamás habían permanecido en prisión.

No fue algo exclusivo de Saturrarán, sino común a todos los presidios: Tarragona, Les Corts, Las Ventas, Durango… Carecían de menores registrados en su documentación de ingresos. Eran personas inexistentes, y sólo en algún caso aislado dejaron rastro en las listas de traslado de sus madres, de cárcel en cárcel, según necesidades de reorganización de la industria penitenciaria, o para cumplimentar un castigo. Aparecían también algunos de sus nombres y edades en los libros de sanidad de la prisión, pues al fin y al cabo eso permitía contabilizar raciones de sobrealimentación —otra cosa es que la comida llegase a su destinatario— que aseguraban el aumento del presupuesto alimenticio de la prisión.
Las únicas informaciones de la presencia y actividad de menores, y lo que sucedía con ellos en el interior de los recintos penitenciarios, llegaron con los relatos de las madres presas y de sus hijos e hijas supervivientes. Sin embargo, el Estado siempre tuvo en cuenta la presencia de aquella población infantil, y legisló de manera precisa qué debía hacerse con ellos. Su primera actuación sirvió para trazar una de las más importantes rutas que cruzaron esa zona de riesgo de pérdida familiar.

El 30 de marzo de 1940 una orden del Ministerio de Justicia estableció «que las reclusas tendrán derecho a amamantar a sus hijos y a tenerlos en su compañía en las prisiones hasta que cumplan la edad de tres años». La disposición sobre lactancia y la reducción de pena que conllevaba y que autorizaba una supuesta sobrealimentación de la madre (cuya realidad ha sido negada por los relatos de las presas), era algo propio de la retórica maternal del Régimen. Pero con aquella orden sobre la edad de permanencia en presidio junto a la madre empezó el desalojo legal de los hijos e hijas de las madres presas. «Desaparecían sin saber cómo. Desaparecen y tú no sabes, la madre desde la cárcel no puede saber por qué ha desaparecido su hijo, ni cómo ni dónde. Se lo han llevado y se acabó. ¿Cuántas madres han tenido que estar buscando a sus hijos tiempo y tiempo y no los han encontrado? En Saturrarán sucedió un día de 1944. Funcionarias y religiosas ordenaron a las presas sin previo aviso que entregasen a sus hijos. Al parecer hubo un alboroto considerable, y palizas y castigos. T. M. tenía cuatro años y «sólo recuerdo estar siempre con mi madre, o en brazos de mi madre, o de la mano de mi madre. Sólo nos separaron una vez, pero fue para siempre».

Los hijos de las presas fueron subidos a un tren. Alguien con suficiente poder y amparo legal había decidido y ordenado desde algún despacho gubernamental que partiese una expedición infantil hacia un destino desconocido, tanto por los viajeros como por sus madres. «Un tren de hierro y madera lleno de niños, que hacía chas chas». Un tren en marcha cargado de hijos de presas. (Las Irredentas, Ricard Vinyes).


MADRES DESAPARECIDAS, MUJERES OLVIDADAS.