
Rwanda: 31 años después, la memoria y la reflexión ante el genocidio tutsi
Este año se cumplen 31 años desde una de las mayores tragedias de nuestra historia reciente: el genocidio contra los Tutsi en Rwanda.
Cada 7 de abril, el mundo conmemora el Día Internacional de Reflexión sobre el Genocidio de 1994 contra los Tutsi en Rwanda. Esta fecha, establecida por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2003, marca el inicio de uno de los episodios más oscuros de la historia reciente, en el que alrededor de un millón de tutsi fueron asesinados en un período de aproximadamente 100 días. Aquellas personas que se oponían a esta masacre, como fueron ciertos hutus moderados, también fueron asesinados durante ese episodio.
El genocidio de 1994 en Rwanda fue el resultado de tensiones étnicas profundamente arraigadas entre los hutus y los tutsis, exacerbadas por factores políticos y sociales. Estos conflictos empeoraron gravemente durante el siglo XIX. Durante ese periodo, Rwanda era una monarquía donde el rey era respaldado por funcionarios que pertenecían a la etnia tutsi. A pesar de que los tutsis eran una minoría en la región, ocupaban los cargos principales y tenían tierras y ganado en propiedad.
Tras la llegada de los colonos europeos en el 1894, estas diferencias se intensificaron aún más. Rwanda, junto con Burundi, pasó a formar parte de un territorio administrado por Bélgica bajo mandato de la entonces Sociedad de Naciones. Los belgas favorecieron a la minoría tutsi, ahondando en las tensiones entre etnias.
La Segunda Guerra Mundial provocó aún más disputas, y tras la descolonización y la difusión del panafricanismo, los hutus se rebelaron contra la autoridad tutsi, dando lugar a lo que se conoció cómo la Revolución Ruandesa de 1959 donde los hutus atacaron las propiedades de la población tutsi y obligaron la huida del rey Kigeli V. Todo esto provocó el exilio de 130.000 tutsis y en 1962 los hutus lograron el poder.
En las primeras elecciones democráticas, el Partido del Movimiento de Emancipación Hutu se alzó victorioso y nombraron a Grégoire Kayibanda como presidente. Tras ello, comenzó una dura represión que dejó a su paso 10.000 personas tutsis asesinadas.
Esta violencia encabezada por Kayibanda motivó el golpe de estado del general Juvénal Habyarimana en 1973. Este era un hutu moderado que pretendía lograr una convivencia pacífica en el país. Sin embargo, el Rwanda estaba sumida en una profunda crisis económica y en 1990 el Frente Patriótico Ruandés intentó entrar en el país desde Uganda. Este intento de golpe de estado fue frenado gracias a la ayuda de Francia con la firma de los Acuerdos de Arusha en 1993, a través de los cuales se pretendía poner fin a la guerra interna del país, la vuelta de los tutsis exiliados y un Gobierno de transición con el Frente Patriótico Ruandés.
Estas condiciones alarmaron a los hutus y los dirigentes del Poder Hutu fomentaron matanzas contra la etnia tutsi. El 6 de abril de 1994, el avión que transportaba al presidente de Rwanda, Juvénal Habyarimana, y al presidente de Burundi, Cyprien Ntaryamira, ambos de etnia hutu, fue derribado en circunstancias aún no esclarecidas. Este evento desencadenó una ola de violencia sistemática dirigida principalmente contra la población tutsi y hutus moderados que se oponían al régimen.
Durante los 100 días que siguieron al 7 de abril, milicias hutus, conocidas como Interahamwe, junto con sectores del ejército y civiles incitados por una intensa propaganda, llevaron a cabo masacres en todo el país.
El saldo del genocidio fue devastador: unas 800.000 personas fueron asesinadas, llegando a exterminar al 75% de la población tutsi en Ruanda, y unas 250.000 mujeres fueron violadas, dejando a su paso una nación sumida en el caos y el dolor.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el 8 de noviembre de 1994 creó el Tribunal Penal Internacional para Rwanda, donde se logró la condena de 61 personas culpables de genocidio. Además, en Ruanda se crearon tribunales comunitarios conocidos como gacaca con la intención de avanzar en el procesamiento de cientos de miles sospechosos de genocidio y a espera de juicio. Estos esfuerzos han sido fundamentales para reconstruir el tejido social del país y fomentar la convivencia pacífica entre sus ciudadanos y ciudadanas.
El Día Internacional de Reflexión no solo honra la memoria de las víctimas, sino que también sirve como recordatorio de la necesidad de prevenir futuros genocidios. La UNESCO y otras organizaciones internacionales enfatizan la importancia de la educación y la memoria histórica como herramientas para combatir el odio y promover la paz.
El genocidio de Rwanda subraya la rapidez con la que el odio puede escalar hacia la violencia extrema cuando se combina con propaganda y divisiones étnicas. Hoy en día, la proliferación de discursos de odio en diversas partes del mundo nos recuerda la importancia de permanecer vigilantes y proactivos en la promoción de la tolerancia y el entendimiento mutuo. Así lo afirma Alice Wairimu Nderitu, Asesora Especial de la ONU para la prevención del Genocidio:
“Debemos combatir el discurso de odio si queremos prevenir futuros genocidio”.
Carmen Coleto Martínez, responsable de proyectos en FIBGAR
7 de abril de 2025