En un contexto de globalización, de ingente movilidad humana, de fragilidad de los lazos familiares y de políticas neoliberales que, enfocándose exclusivamente en el crecimiento económico, nos arrastran a la competitividad, al individualismo y las desigualdades, la palabra solidaridad parece estar desprovista de sentido.
Por ello es necesario revalorizarla, llenarla de significado y ponerla en el centro de nuestro quehacer político-social. Como bien nos demuestra su etimología latina Solidus/Solido, la solidaridad es lo que permite consolidar una sociedad humana, lo que asegura la firmeza de la unión necesaria para seguir construyendo nuestra humanidad.
Una humanidad que se ha visto disminuida y empobrecida cuando las políticas públicas se han justificado con argumentos xenófobos, racistas o discriminatorios, o han defendido la supremacía de unos sobre otros, o han denigrado las cualidades que hacen a algunos diferentes.
Y es que, cuando las políticas fallan en consolidar a la sociedad, es la humanidad misma la que se reciente.
En cada organización, movimiento social, revolución o contestación, es la solidaridad la que, espontáneamente, se convierte en el núcleo adhesivo, y la entreayuda, la empatía y el apoyo mutuos, en requisitos imprescindibles.
La competitividad ya nos la da el mercado, por lo que corresponde a las políticas públicas impulsadas por nuestros gobernantes adherir al principio de la solidaridad para garantizar cohesión social y, en definitiva, humanidad.
De hecho, según la Declaración del Milenio, la solidaridad representa uno de los pilares fundamentales para la comunidad internacional que demanda expresamente que “los problemas mundiales deben abordarse de manera tal que los costos y las cargas se distribuyan con justicia, conforme a los principios fundamentales de la equidad y la justicia social. Los que sufren, o los que menos se benefician, merecen la ayuda de los más beneficiados”.
Por eso hoy, con ocasión de la celebración del día internacional de la solidaridad, quienes formamos parte de FIBGAR queremos solidarizarnos con todas y todos aquellos que se comprometen a defender los derechos y libertades fundamentales, particularmente con las mujeres y hombres que participamos en la Mesa Estatal por el Blindaje de las Pensiones, una plataforma que resiste a la privatización a la que nos quieren forzar los defensores del neoliberalismo y el individualismo, y que lucha por la defensa de un sistema de pensiones público, que es un sistema de solidaridad entre todas y todos, único garante de pensiones dignas, tanto para nuestros mayores como para las futuras generaciones.
Sólo con la solidaridad consolidamos una auténtica humanidad.
Inés Branco, Departamento de Proyectos. Alessia Schiavon, Departamento Legal. FIBGAR