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— El poder transformador de la no violencia: educación, acción y compromiso

La violencia es una amenaza global que cada año cobra millones de vidas y afecta a millones más. No discrimina por fronteras, edad, género o clase social, tal como lo manifestó Kofi Annan, ex secretario general de las Naciones Unidas y Premio Nobel de la Paz.

Por ello, cada 2 de octubre se conmemora el Día Internacional de la no violencia. Esta fecha, en honor al nacimiento de Mahatma Gandhi, no solo recuerda su legado, sino que también subraya la importancia de asegurar una cultura de paz, tolerancia, comprensión y no violencia, tal como lo establece la resolución A/RES/61/271 de la Asamblea General de Naciones Unidas.

La lucha por la libertad liderada por Gandhi en India se basó en el principio de Ahimsa o no violencia, un concepto que refiere a no herir pero también incluye actuar con compasión hacia todos los seres vivos. Gandhi promovió este principio en la política a través de su oposición al colonialismo, convirtiendo a la no violencia en una poderosa herramienta para el cambio social y político.

El legado de Gandhi no solo tuvo un inmenso impacto en India sino que inspiró a varios líderes como Nelson Mandela y Martin Luther King Jr., quienes utilizaron la no violencia en sus luchas por la justicia y los derechos civiles.  

Frente a esta situación, se plantean dos preguntas fundamentales: ¿qué abarca la acción no violenta? y ¿qué se necesita para promoverla?

Respecto a la primera pregunta,el teórico Gene Sharp en su obra “La lucha política noviolenta” entiende que la acción no violenta es un término genérico que abarca una variedad de métodos de protesta, no cooperación e intervención, sin recurrir a la violencia física.

Estos métodos se agrupan en tres categorías:

  1. Protesta y persuasión, como marchas y conmemoraciones.
  1. No-cooperación, que implica la negativa a participar en acciones injustas.
  2. Intervención, como bloqueos y ocupaciones pacíficas.

Estos métodos fortalecen la participación democrática, promueven los derechos humanos y fomentan una mayor cohesión social. Aunque pueda parecer un desafío para quienes ostentan el poder, la no violencia es un medio efectivo para lograr cambios duraderos en la sociedad.

Respecto a la segunda interrogante, para que una sociedad pueda ser regida por la Ahimsa, es necesario que la mayoría de sus ciudadanos elija conscientemente este camino, que su cultura esté profundamente influenciada por los principios de la No-violencia y, para lograrlo, es fundamental fomentar la educación que promueva prácticas no violentas.

Empoderar a las nuevas generaciones para enfrentar la violencia es una tarea crucial en el contexto actual. En un mundo cada vez más conectado e interdependiente, la educación debe ir más allá del conocimiento académico, enfocándose también en el desarrollo de habilidades comunicativas y en la promoción de un sentido de pertenencia con la humanidad en su conjunto. La Educación para la Ciudadanía Global  es clave en este proceso, ya que busca formar a los estudiantes no solo en competencias cognitivas, sino también inculca el respeto por los derechos humanos, la justicia social, la igualdad de género y la sostenibilidad ambiental.

En 2015, a través de la Resolución A/70/674 de Naciones Unidas, se lanzó el Plan de Acción para Prevenir el Extremismo Violento, que reconoce la importancia de una educación de calidad para prevenir la violencia.

En el mismo sentido, el Consejo de Seguridad de la ONU, a través de la Resolución S/RES/2250, destaca la importancia de una «educación de calidad para la paz que equipe a los jóvenes con la capacidad de participar constructivamente en estructuras cívicas y procesos políticos inclusivos».

Asimismo, la acción coordinada es esencial en la promoción de las acciones no violentas.

El Plan de Acción mencionado es un reflejo de la naturaleza polifacética de la violencia que exige un enfoque multisectorial entre gobiernos, organizaciones internacionales y la sociedad civil.

El compromiso de los gobiernos y partes interesadas en todos los niveles de toma de decisiones —local, nacional e internacional— es fundamental. Se requieren estrategias colaborativas que involucren a múltiples sectores para hacer frente a las diversas formas de violencia. Ejemplos de estas iniciativas incluyen programas comunitarios de prevención de la violencia, como los implementados en Honduras o iniciativas internacionales de desarme.

Asimismo, los esfuerzos contra la violencia de género, en los que se coordinan gobiernos, ONG y organismos internacionales, han mostrado que la cooperación multisectorial puede generar un impacto positivo en la reducción de la violencia. Los centros de apoyo a las víctimas generan cambios significativos.

En conclusión, la filosofía de Gandhi nos recuerda que solo los medios justos conducen a fines justos. Al optar por acciones no violentas, no solo estamos disminuyendo la violencia, sino también fortaleciendo nuestras democracias, ampliando nuestra libertad política y forjando una justicia social más equitativa. En definitiva, podemos construir un mundo pacífico basado en el diálogo y la educación para la no violencia, o resignarnos a que la violencia continúe dictando nuestro presente y futuro. La decisión está en nuestras manos.

Mariana Larrosa Fernández, Colaboradora de FIBGAR

2 de octubre de 2024