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La Nación Arcoíris

Cada 18 de julio se conmemora el Día Internacional de Nelson Mandela, día que, de acuerdo con Naciones Unidas, está dedicado a conmemorar el nacimiento de un verdadero icono de los derechos humanos y la lucha por la libertad. Su trayectoria como activista y miembro del Congreso Nacional Africano en la Sudáfrica del apartheid es bien conocida, sobre todo los años que estuvo en la prisión de Robben Island, junto con las negociaciones que tuvo con el gobierno tras ser liberado y su participación en las primeras elecciones libres en 1994, alzándose con la victoria y llegando a ser el primer presidente negro de la nueva Sudáfrica.

Su vida y obra después de este suceso ya es menos conocida por el público general. El gran proyecto de Mandela fue llevar a cabo una reconciliación nacional y así evitar seguir el ejemplo de Zimbabue donde, tras el ascenso al poder de Robert Mugabe, se llevaron a cabo expropiaciones de tierras de los blancos forzándolos a marcharse de su país, generando una grave crisis económica de la que nunca se recuperaría. El proyecto de reconciliación de Mandela no tenía por objetivo saldar cuentas con los anteriores gobiernos blancos que habían llevado a cabo la política del apartheid. En lugar de eso, quiso mirar al futuro y crear lo que él describió como una “Nación arcoíris” donde las diferencias de raza no fuesen un factor divisorio sino una seña de identidad nacional y un ejemplo de convivencia para toda África y el mundo. Hoy en día Sudáfrica es uno de los países del continente con mayor diversidad cultural de sus habitantes. Un 79,6% de la población es negra, 9,2% blanca, 8,8% mestiza y 2,6% asiática.

Su primera medida fue constituir un gobierno lo más amplio posible donde hubiera miembros del Congreso Nacional Africano (CNA), miembros del Partido Nacional (el partido que gobernó Sudáfrica desde 1940 hasta entonces) como De Klerk, con el cual mantuvo una relación muy tensa, llegando incluso a incorporar a nacionalistas zulúes como Buthelezi.

La gran obra de este gobierno fue la formación de la Comisión para la verdad y la reconciliación que buscó alcanzar una especie de justicia restaurativa una vez suprimido el apartheid. Esta comisión invitaba a víctimas de violaciones de derechos humanos a contar sus experiencias de manera que quedase registrado y, además, invitaba a los victimarios para que confesasen su participación en esos delitos, a cambio de lo cual recibirían amnistía siempre y cuando esos delitos tuvieran una motivación política. Si los perpetradores no asistían a la comparecencia cuando eran llamados, no se beneficiaban de la amnistía y podían ser posteriormente enjuiciados si se demostraba que las supuestas violaciones de derechos humanos de las que eran acusados resultaban ser ciertas.

Es importante señalar que esta comisión no era en absoluto un órgano jurisdiccional, sino que su propósito era poner frente a frente a las víctimas y a los victimarios. Esta comisión ha recibido muchas críticas puesto que no proporcionaba lo que hoy en día conocemos como justicia transicional de acuerdo con Naciones Unidas (verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición) sino que sirvió para otorgar una amnistía a los perpetradores con el fin último de garantizar la convivencia pacífica entre blancos y negros.

El mandato de Mandela terminó en 1999 y le sucedió el presidente Mbeki, también del CNA. El legado de este nuevo presidente, sin embargo, está marcado por su rechazo a reconocer la epidemia de VIH y por no haber condenado al gobierno de Robert Mugabe. En el congreso del CNA que tuvo lugar en 2007, el partido le retiró su apoyo y el candidato a las siguientes elecciones fue Zuma. Desde entonces el presidente del gobierno interino sería Motlanthe hasta 2009, que fue cuando Zuma se alzó con la victoria.

Zuma gobernó desde 2009 a 2018 y su gobierno estuvo fuertemente marcado por los múltiples casos de corrupción que le rodearon. El actual presidente de Sudáfrica es Ramaphosa, tras la renuncia de Zuma.

La Sudáfrica de hoy tiene por delante muchos desafíos, se trata de un gran exportador de oro, pero también con una gran cantidad de personas que emigran en busca de mejores oportunidades, enfrentando otro de los grandes problemas actuales como es la alta tasa de criminalidad junto con la pobreza y el VIH. Este panorama podría poner en peligro el legado de Mandela si políticos de tinte populista llegan al poder y los problemas estructurales no se atajan a tiempo. Si Sudáfrica quiere preservar todo el esfuerzo que se llevó a cabo, el país debe volver a mirarse en el espejo y decidir cuál es el futuro que quiere, si quiere ser la nueva Zimbabue o si quiere de verdad ser la nación que Mandela esbozó, la “Nación Arcoíris”.

Por Pedro Ignacio García Sabater. Colaborador de FIBGAR