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Día de la Tierra: Cuidar el planeta como un deber humano

“Durante centenares de miles de años, el hombre luchó para abrirse un lugar en la naturaleza. Por primera vez en la historia de nuestra especie, la situación se ha invertido y hoy es indispensable hacerle un lugar a la naturaleza en el mundo del hombre.”

Con esta frase del poeta argentino Santiago Kovadloff -quien ha dedicado su vida a generar conciencia social sobre la responsabilidad que tenemos los seres humanos de cuidar y proteger nuestro entorno- abrimos una reflexión imprescindible.

Este 22 de abril, conmemoramos el Día de la Tierra, una jornada que surgió en 1970 con el propósito de generar una reflexión entre el ser humano y el planeta. En estos últimos años ha ido creciendo la importancia de esta fecha, aprovechándola para impulsar una conciencia ambiental y fomentar políticas sostenibles.

En el siglo XXI, situaciones como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación del aire, del agua y la explotación indiscriminada de los recursos naturales han cobrado importancia en la esfera global. Estas situaciones amenazan la vida en todas sus formas y, el Día de la Tierra es una fecha que gran relevancia para enviar un mensaje urgente y profundo que permita sensibilizar a las personas en la conservación del planeta.

El 28 de julio de 2022, la Asamblea General de las Naciones Unidas dio un gran paso en esta materia al declarar al medio ambiente saludable como un derecho humano universal. Esta resolución sirvió para enviar un mensaje político y social: Un medio ambiente sano es indispensable para ejercer otros derechos humanos, como el derecho a la vida, la salud o la educación.

Esta declaración surgió en un contexto de crisis ambientales, las cuales, debemos recordar, no afectan a toda la población por igual; las comunidades más vulnerables y de países subdesarrollados suelen ser las más expuestas a la degradación ambiental, y también las que menos recursos tienen para adaptarse o resistir sus efectos. Reconocer el medio ambiente como un derecho humano ha servido también como una forma de hacer justicia social, de proteger a quienes históricamente han sido marginados y de fomentar una distribución más equitativa de los recursos y las responsabilidades.

La salud de los seres humanos se encuentra intrínsecamente ligada a la salud del planeta. Según cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), cada año perdemos cerca de 10 millones de hectáreas de bosques, el equivalente a 15 campos de fútbol por minuto. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que más del 90% de la población mundial respira aire contaminado, con solo estos dos factores se causan más de 7 millones de muertes prematuras al año.

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) ha anunciado que la temperatura global ya ha aumentado 1.5°C respecto a los niveles preindustriales, y estamos en camino de superar los 2,5°C si no se toman medidas urgentes. Para la OMS, si los países no llevan a cabo acciones inminentes para detener el cambio climático, para el año 2050 se reportarán alrededor de 250.000 muertes derivadas de calores extremos, inundaciones y otros fenómenos medioambientales.

Lo antes mencionado son solo algunas de las consecuencias derivadas del mal cuidado del planeta, por eso, preservarlo no es un mero acto de caridad natural, sino un acto de supervivencia y responsabilidad ética. El equilibrio ecológico sostiene la vida.

La educación en materia ambiental es sin duda alguna la mejor herramienta con la que contamos para tener una tierra sana. Por ello es importante que desde temprana edad las personas comprendan la interconexión entre sus acciones cotidianas y el impacto que estas tienen en el entorno que las rodean.

Además, es hora de que los Estados pasen de la concientización a la acción concreta: fortaleciendo políticas públicas sostenibles, exigiendo responsabilidades a las empresas contaminantes, y garantizando la participación ciudadana en la toma de decisiones. También es fundamental visibilizar y apoyar el trabajo de activistas ambientales y pueblos ancestrales que defienden sus territorios y promueven modelos de desarrollo más sostenibles y respetuosos con la naturaleza.

El Día de la Tierra no debe ser solo una fecha simbólica, sino una oportunidad para renovar el compromiso con la protección de nuestro planeta. Si bien son muchos los desafíos, existen factores positivos como grandes campañas, movimientos sociales, estados e individuos comprometidos y avances tecnológicos que nos hacen avanzar hacia un futuro más sostenible.

William Martínez Bustos, colaborador de FIBGAR

22 de abril de 2025